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martes, 16 de febrero de 2010

SUEÑO DE MUJER



 
 Autor: Jorge Luis Colindres Monge
Profesror de la Universidad Francico Gavidia
Pais: El Salvador
Cada cultura, cada generación, cada familia, cada mujer, tiene tantas definiciones sobre el amor, el matrimonio y la familia como ojos que puedan mirar esta imagen, la captación de este momento es única e irrepetible, nunca será igual ni aunque se tratase de las mismas personas, pero si se reinterpretará la misma escena en otros lugares, en otros momentos, en otros escenarios, con otros personajes, con diferentes vivencias, credos y culturas que harán que se transforme la misma  en distintas proyecciones de una misma realidad.
¿Qué tiene de especial este momento en la vida que siempre nos induce a una reflexión profunda?
Esta imagen conmueve a los  que se dejan impregnar por el diálogo  latente, entre las mujeres, el fotógrafo que las inmortaliza y la mirada de un niño, que parece estar invitado a contemplar la belleza desde el umbral de la vida.
La mujer como protagonista  sin importar e importando la edad y la cultura; desde los orígenes de las civilizaciones queda patente la necesidad de establecer un pacto, un matrimonio, una unión para fortalecer la vida, para transformar el individualismo del yo, en la pluralidad del nosotros.
La joven y la anciana, el vestido blanco símbolo de pureza y traje tradicional cargado de leyendas ,un collar y unos pies descalzos, el blanco y el negro, el fotógrafo y el niño, la luz reflejada, una puerta hacia estancias sin conocer y un sendero a recorrer, todo mesurado para que no nos perdamos en la escena.
No necesitamos color, porque nuestra imaginación ya la fabrica, la camisa y el velo de la anciana  nos hacen ver el cromatismo del Salvador y las mujeres hacen el tributo al mestizaje del país, el folklore reflejado en sus enaguas y la actitud de ambas ya nos despiertan la ternura,  por algo se le conoce como el “País de la Sonrisa”, porque la idiosincrasia de los salvadoreños suscitan la grandiosidad que se esconde detrás de lo simple, la elegancia de lo paupérrimo, que es reflejado sin necesidad de crear representaciones coloristas, porque trasmite y comunica algo más profundo que un simple enlace, nos hace reflexionar sobre cultura, mujer, mezcla racial, etapas de la vida y todo aquello que podamos esgrimir de ella.
La primera mujer aparece en un primer plano pero unos pasos por delante compartiendo protagonismo con la joven,  icono de sabiduría porque ya  vivió su momento hace tantos años como cada quien pueda calcular por los pliegues de su piel,  veterana en estos sentimientos,  transfigurada en el amor,  perspicaz en la fundación de la institución de la familia y conocedora de la interpretación de los tiempos en la misma.
Vestida de la dignidad que dan sus años, pero descalza, pues así manifiesta el arraigo a la tierra misma que la vio crecer, dejándole el legado a esta nueva joven que aún tiene que recorrer su camino, sin joyas visibles porque las que ella tiene están adheridas a su piel fruto de los días que ya compartió con su esposo y en este preámbulo anterior las comparte con el entusiasmo de quien quiere gritar  con la boca cerrada que en más de una ocasión quiso olvidarse de los compromisos y salir huyendo pero en el ocaso de sus días sabe que todo lo sufrido fue con mucho lo mejor, pues la vida y el amor es una lucha constante para hacerlo crecer y transformarlo en nuevas oportunidades.
No importa cuántas veces tenga que perdonar pues otras tantas le tocará ser perdonada, será la asignatura diaria en este nuevo sendero a recorrer, porque el miedo al fracaso no es más que olvidarse que en esta batalla no estará sola,  sino unidos contra la adversidad será la única manera de salir victoriosos.
La joven representa la frescura del momento, la ilusión de compartir, los sueños por realizar, la osadía de tener el valor de arriesgar  por un compromiso,  aunque caduco para muchos, renovado  cada vez que dos personas deciden embarcarse en este proyecto vital, que siempre tiene como punto de partida el amor.
Vestida de blanco color alegórico de la pureza, será requisito en muchas ocasiones, reminiscencias de pasado y culturas, en otras tantas.                                                                                                        La usencia de color en contraposición a la diversidad de tonalidades, entra a su nueva vida en blanco para ir coloreándolo, aportándole el color, como un lienzo antes que el pintor dibuje, inmaculado ante la nueva creación, que no sabe en qué se convertirá, todo el misterio de aprendiz  queda supeditado a esa nueva esperanza.
La vida compartida, la maternidad, la entrega, el deseo de sentirse viva en el otro, el contigo para todo y por siempre, con la desfachatez de la inexperiencia, la frivolidad de saberse querida y que no llegará el otoño a ese amor, recogiendo el legado de mujeres que ya lo vivieron y haciendo suyo esta encomienda de seguir dando y creando vida.
Su collar realza la belleza de los amores primeros, de amor sin magulladuras, cuando todavía se alimenta del sentido estético,  que no hay nada más emotivo que verse reflejado en las pupilas del otro y que la imagen que te devuelva sea aún mejor que la original.  Estas primeras etapas del amor son precedidas por un enamoramiento, la imagen es idealizada y ponderada frente a otras muchas perlas que se apreciarán con el paso de los años.
El niño espectador las ve a ambas, conoce la magnitud del momento, pero se siente al margen, las mira desde lejos, y sin saber cómo ni por qué en su mente se van forjando valores, emociones, retales de vivencias que mañana lo harán un hombre y el mismo  querrá ser protagonista algún día.
Sus ojos serían los mejores para describir lo que está ocurriendo porque a esas edades todo es convertible, y la plasticidad de los momentos infinita, representa la continuidad y  la secuencia de la vida. Este niño alude a las diferentes perspectivas  de un mismo acontecimiento, tanto social como sociológico en las distintas dimensiones generacionales que pueda ser observado.
La puerta en el fondo, el niño en un lado y justo delante las mujeres, forman el conjunto de la foto, sin finalizar etapas, sino abriéndolas y compartiéndolas.
La luz ilumina y envejece la imagen, quedando casi en el anonimato los rostros de estas mujeres, porque ellas en este caso podrían ser ; cualquier niña, adolescente o  mujer, da igual de qué clase social, de qué cultura,  país de origen , alguna vez han soñado con este vestido blanco y  con el apoyo de una catedrática en el amor instantes antes de comenzar andar su camino junto a otro.
La imagen cobra vida cada vez que es mirada, porque el fotógrafo nos prestó su ojo, nos prestó la capción de lo efímero  para que  cada uno de nosotros la hagamos nuestra,  despierta recuerdos y suscita esperanzas, y ante  todo nos trasmite tiempos de convivencia entre culturas y generaciones, nos relee el amor en su diversidad y su trasformación en el transcurso del tiempo, mientras el niño suspira por las coletas de la niña de  clase, la joven siente la emoción de su nuevo esposo y anciana acompañada por cónyuge en este último trayecto del viaje.
La vida, el amor, la luz y las experiencias mezcladas y ordenadas componen y descomponen las historias que se cuentan o nos hacen cambiar el curso de nuestro paso por este mundo, negarse a ver y sentir no es más que olvidarse de vivir.
Las bodas en EL Salvador acaban en un pequeño carnavalito, y eso es a veces es el matrimonio, un juego de máscaras que se ponen y se quitan, que se adorna con collares y  colores vibrantes, pero pasado el tiempo  se embellece ese amor primero, cuando las arrugas dejan al descubierto la  necesidad que tenemos a “querer y sentirnos queridos”.

carmeloti

1 comentario:

FRANK RUFFINO dijo...

Carmeloti:

Me pareció excelente el artículo. Felicidades por traernos estas reflexiones.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank.