Si me pidieran que describiera este espectáculo sería comprometido, porque a veces podría no ser objetiva cuando la amistad prima, pero aquí y en este espacio donde la vergüenza se fue de vacaciones, y el descaro de la creación trabaja full time, quiero decir y diré.
Cuando entras en él, cuando te dejas embriagar los sentidos, si eres capaz de oler, de sentir el latigazo de la furia en la espalda, de perder el norte y que la brújula apunte al sur donde las temperaturas son siempre más cálidas, se mezcla el sabor del vino, el humo del cigarro, un música pausada, los versos descarnados de la experiencia de la fusión de los cuerpos, la descarada narrativa que al paladar exquisito aturde y iniciado seduce.
La profanación de las palabras, la sumisión de los cuerpos, la entrega en la voz, el domino de las mentes, en un maléfico baile, donde los impulsos danzan, las imágenes vuelan, donde el arte se mezcla con la pasión y las musas de adormecen envueltas en ritmos, en métrica, en medias de fina seda y terciopelos que erizan la mente hasta llevarnos a locura.
Entonces es entonces cuando suenan tambores, y el corazón está tan acelerado, el público tan entregado, atado por un fino hilo de pulsiones latentes, que llevadas nuestras pasiones e hipnotizadas por una flauta dulce, te sacan del trance y te devuelven intacto a un bar cualquiera a una mesa compartida y se acaba con un abrazo de amigos, familia y nuevos que siempre llegan a nuestras vidas.
Hablamos de tres mujeres, de tres felinas, de una noche mágica, de versos, de narrativa, de tantas cosas que quedan por decir en el silencio...
Si aún no sabes de qué hablo, ni del lugar que describo, la vida te da una oportunidad de descubrirlas una vez más.
carmeloti
