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jueves, 19 de enero de 2012

Sin destino


A ti que te faltó el valor de pelear por ti
A ti ya no te queda nada
Ricardo Arjona

- ¿Qué es lo realmente importante el ser juntos o estar juntos? , preguntó al anciano que estaba sentado junto a ella en ese tren sin destino a ningún lugar, porque hacia días que había perdido el norte y el control de su propia vida, seguramente sería una de sus muchas excentricidades, que tantas veces la habían perdido en su propio abismo de dudas.

El pareció no escucharla, seguía mirando tras el cristal, sus ojos veían más allá del paisaje que ella podía contemplar, permaneció en silencio unos minutos más; ella creyó que la conversación se daba por terminada.

Apoyó sus manos en el bastón en el que había incrustado un reloj sin manillas porque el tiempo dejó de ser importante para ser la razón de su existencia, el día que se fue la única mujer a quien había amado, -la miro de nuevo-, le dedico una sonrisa que a Lea le hizo olvidar por primera vez en semanas la ausencia de amor, y sintió la fuerza de ese extraño que le tocó en suerte por compañero en ese extraño viaje.

- ¿Cómo decías que te llamabas?
- Lea, lo eligió mi madre al azar y ni tan siquiera le gustaba, pero en aquella época le fascinaba la historia del pueblo de Judío, siempre fue peculiar en sus elecciones.
- Es bonito, -contesto sin apartar las vista de ella-, los nombres tienen personalidad y sin duda algunos se quedan tatuados, -sabia bien lo que decia, el llevaba ese mismo nombre a fuego desde la primera vez que ella le dedico una sonrísa que detuvo su mundo para ponerlo de nuevo en marcha solo para merced de ella - y serán un referente en tu vida.

Volvió a mirar por la ventana, la lluvia constante, que a pesar de sus años le parecía un nuevo espectáculo del ciclo de la vida, musical y visual, era más nostálgico que triste. No quiso que ella advirtiera que sus ojos se habían llenado de lágrimas al escuchar ese nombre que llevaba años siendo el motivo de este viaje cada noviembre.

- Lea,-dijo el anciano, sin estar muy seguro que ella lo entendiera-, no se hacia donde te diriges, ni cual es tu pena, pero recuerda que las personas no son importantes por estar siempre a nuestro lado, sino que el tiempo que hemos compartido con ellas haya tranformado por completo nuestra vida…

15 comentarios:

A dijo...

para bien o para mal.

mtdelfin dijo...

Cada vez que leo un poquito de tu blog me haces sentir con fuerza cada palabra.
Gracias por seguir permitiendome ratitos de tanto deleite.

TE QUIERO, Carmeloti.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

simplemente precioso.. has leido "El cuaderno de Noha" es precioso, y me ha recordado tu relato. te dejo un beso

La Gata Coqueta dijo...



Cuando mires las estrellas
acuérdate de mi
porque en cada una de ellas
he dejado un abrazo para ti.

Pasa un feliz fin de semana
y serás protagonista
de un millón de sonrisas.

María del Carmen


Ambrosía ignota dijo...

Hola Carmeloti

Te leía y recordaba a mi abuela, que se quedó sola tras la muerte de mi abuelo, es triste verla, pero a la vez reconfortante tenerla.

que decir, lo haz dicho perfecto.

un abrazo

May Mercurio dijo...

Lo importante es el cambio interior, la transformación..romper lo estático y fijo, para poder seguir avanzando y caminando..
También lo que compartimos y sentimos.

Un beso!

Diane Ross dijo...

¿Volver? Yo he dejado de saber ya que es eso.
Soy una mujer rota que poco o nada tiene que decir(os)

LaCuarent dijo...

Cuanta razón, son tan importantes los recuerdos que nos dejan...
Me ha gustado muchísimo
Un besote cielo

Pato dijo...

Qué significativos son algunos escritos, los blogs muchas veces me sorprender así, como esta mañana me ha sorprendido el tuyo.

Esta frase "las personas no son importantes por estar siempre a nuestro lado, sino que el tiempo que hemos compartido con ellas haya tranformado por completo nuestra vida…" me la quedo por dentro, no pienso en una persona, pero si en un ser vivo que se está apagando, igual me reconforta porque es verdad, lo mas importante es el tiempo compartido y lo que nos hizo crecer, experimentar, sentir ese ser. Duelen las separaciones y mas si son definitivas, pero hay que agradecer cuando nos hemos cruzado en el camino con alguien realmente valioso.

Un abrazo y gracias.

Nikita dijo...

Oh! que grato descubrir tu blog.

Voy a seguir leyendo por aquí con tu permiso.

Fabiana Andrea Molina dijo...

Hermoso y verdadero lo que escribiste :)
Que suerte sus protagonistas de haber logrado un amor eterno!

Besos!

Espérame en Siberia dijo...

Eres maravillosa.
Te dejo todo mi cariño.

La Gata Coqueta dijo...



Me detengo ante tu puerta una y una vez más y te digo: feliz domingo para ti y para todos los que te rodean acercándote la ilusión de vida…

La que nunca te olvida y te lleva en el interior del sentimiento…

Tu amiga María del Carmen


Tonetxo dijo...

Lea es nombre pausado que se pronuncia pensando cómo colocar la lengua bajo el paladar. Mujer perdida en las cenizas de un norte infinito que no tiene fin. Se reinventa, se tropieza, se levanta y se rehace caminando sobre el filo de un barranco velado de aliagas y espinos que recogen sus dudas y las cubren entre las manos de sus pobladores, amigos eternos que cuelgan de sus labios.

Lea se pregunta qué es más importante, si ser juntos o estar juntos. Eso, no tiene ninguna importancia, le diría alguien que ha estado junto durante muchos años y ha sido, otros tantos, y el resultado, arrojado al mismo valle de enebros y chumberas repleto de agujas atravesándole las sienes. Estúpido inservible.

Aún así, como a Lea, a mí no me pasa un día en que no recuerde lo que era el amor, y su ausencia me tortura lentamente, en una agonía imperceptible, calada hasta los bolsillos de los vaqueros, en que siempre escondo las manos.

Préstame tus ojos Lea, y unámoslos para cortar los rayos del sol que nos despojan de la piel para abrigar a otros.

Dame tu mano, Lea, y caminemos sombra con sombra cogidos de los dedos preguntándonos qué esperamos mientras nos respiramos sinrazones.

Escucha mis latidos, Lea, mientras tumbado entre las zarzas, arrullo tu cuerpo agotado, y mi pecho te alimenta la despensa del corazón.

Las lavandas, los romeros, los tomillos y las encinas, Lea, son espíritus amigos que nos salvan con su aroma y nos depositan, juntos, al principio de nuestro camino.

Lea, deja por una vez, que lama tus heridas y consuele tus desdichas, que me trague tus lamentos y bese tus anhelos, y los labios, que se enreden en los cuellos y las lenguas se sublimen en lágrimas de ternura, emoción, y tu espalda sea mía y con el tacto, te despoje de deberes y con un suspiro, te abandones para ti.

Lo importante es, como dice el anciano, que las personas a nuestro lado cambien un trocito de nuestra percepción de la vida. Quizás, Lea, seamos enfermos del corazón. Probablemente, Lea, nuestras almas estén rotas desde siempre y haya una falla en el amor. Haz de tu exilio personal con esa actitud de felicidad una constante de futuro y un rincón para tu ser, y estar. Sí que conoces el amor, perfectamente y muchísimo mejor que otros ¿Por qué crees que tantas personas vuelan a tu alrededor haciendo de ti buena parte de su centro? ¿Osadía dices? No, me niego a admitirlo. Vives enamorada, como bien dices y mejor sabes. Las letras, las pinturas o la música, son gajos refrescantes del Amor. Y los trocitos de felicidad, que son pocos, o muchos, no sé, escarceos del corazón con esos pedazos del Arte que te ofrece la vida, y de las personas que te rodean.

Pero después, Lea, hay una balda más en la estantería de la Felicidad. Ésa, la que en nosotros habitualmente está vacía, es de dimensiones anormales, enorme, gran vacante entre anaqueles. Y marca un defecto de equipaje que lastra con fiereza. Porque es gigante, espacio en expansión en el núcleo de nuestro sistema de Felicidad.

Satisfecha por haber pasado por nuestras vidas, dices… No es justo. Eres demasiado grande para dedicarte en exclusiva a los demás. No viajas sola, Lea. Y nuestra vida no sólo debe desarrollarse en este cuento que nos hemos hecho. Tú, en una historia de vida dedicada al resto del mundo, o yo, en una tragedia de páginas en blanco en la que cada día es transparente y un número de hoja más, y no pasé del preludio que otros escribieron para mí.

No es justo Lea.

Lo importante en esta vida, son aquéllos que con su mirada arrancaron una caricia de tu cuerpo, los que con sus manos modelaron tu cintura en sus sueños imposibles, los que escucharon tu voz y con la suya te alentaron, los que perdieron la consciencia enredándose con el aroma de tu pelo, los que calmaron tus latidos lamiendo tu piel y envenenando tu alma…

También te mereces eso, Lea. Y muchísimo más.

Tonetxo dijo...

Lea es nombre pausado que se pronuncia pensando cómo colocar la lengua bajo el paladar. Mujer perdida en las cenizas de un norte infinito que no tiene fin. Se reinventa, se tropieza, se levanta y se rehace caminando sobre el filo de un barranco velado de aliagas y espinos que recogen sus dudas y las cubren entre las manos de sus pobladores, amigos eternos que cuelgan de sus labios.

Lea se pregunta qué es más importante, si ser juntos o estar juntos. Eso, no tiene ninguna importancia, le diría alguien que ha estado junto durante muchos años y ha sido, otros tantos, y el resultado, arrojado al mismo valle de enebros y chumberas repleto de agujas atravesándole las sienes. Estúpido inservible.

Aún así, como a Lea, a mí no me pasa un día en que no recuerde lo que era el amor, y su ausencia me tortura lentamente, en una agonía imperceptible, calada hasta los bolsillos de los vaqueros, en que siempre escondo las manos.

Préstame tus ojos Lea, y unámoslos para cortar los rayos del sol que nos despojan de la piel para abrigar a otros.

Dame tu mano, Lea, y caminemos sombra con sombra cogidos de los dedos preguntándonos qué esperamos mientras nos respiramos sinrazones.

Escucha mis latidos, Lea, mientras tumbado entre las zarzas, arrullo tu cuerpo agotado, y mi pecho te alimenta la despensa del corazón.

Las lavandas, los romeros, los tomillos y las encinas, Lea, son espíritus amigos que nos salvan con su aroma y nos depositan, juntos, al principio de nuestro camino.

Lea, deja por una vez, que lama tus heridas y consuele tus desdichas, que me trague tus lamentos y bese tus anhelos, y los labios, que se enreden en los cuellos y las lenguas se sublimen en lágrimas de ternura, emoción, y tu espalda sea mía y con el tacto, te despoje de deberes y con un suspiro, te abandones para ti.

Lo importante es, como dice el anciano, que las personas a nuestro lado cambien un trocito de nuestra percepción de la vida. Quizás, Lea, seamos enfermos del corazón. Probablemente, Lea, nuestras almas estén rotas desde siempre y haya una falla en el amor. Haz de tu exilio personal con esa actitud de felicidad una constante de futuro y un rincón para tu ser, y estar. Sí que conoces el amor, perfectamente y muchísimo mejor que otros ¿Por qué crees que tantas personas vuelan a tu alrededor haciendo de ti buena parte de su centro? ¿Osadía dices? No, me niego a admitirlo. Vives enamorada, como bien dices y mejor sabes. Las letras, las pinturas o la música, son gajos refrescantes del Amor. Y los trocitos de felicidad, que son pocos, o muchos, no sé, escarceos del corazón con esos pedazos del Arte que te ofrece la vida, y de las personas que te rodean.

Pero después, Lea, hay una balda más en la estantería de la Felicidad. Ésa, la que en nosotros habitualmente está vacía, es de dimensiones anormales, enorme, gran vacante entre anaqueles. Y marca un defecto de equipaje que lastra con fiereza. Porque es gigante, espacio en expansión en el núcleo de nuestro sistema de Felicidad.

Satisfecha por haber pasado por nuestras vidas, dices… No es justo. Eres demasiado grande para dedicarte en exclusiva a los demás. No viajas sola, Lea. Y nuestra vida no sólo debe desarrollarse en este cuento que nos hemos hecho. Tú, en una historia de vida dedicada al resto del mundo, o yo, en una tragedia de páginas en blanco en la que cada día es transparente y un número de hoja más, y no pasé del preludio que otros escribieron para mí.

No es justo Lea.

Lo importante en esta vida, son aquéllos que con su mirada arrancaron una caricia de tu cuerpo, los que con sus manos modelaron tu cintura en sus sueños imposibles, los que escucharon tu voz y con la suya te alentaron, los que perdieron la consciencia enredándose con el aroma de tu pelo, los que calmaron tus latidos lamiendo tu piel y envenenando tu alma…

También te mereces eso, Lea. Y muchísimo más.